El municipio de Villahibiera se encuentra situado al noreste de la provincia de León, a orillas del río Corcos y en la región del alto Esla, a una distancia aproximada de 46 km con respecto a la capital leonesa.
Históricamente ha contado con numerosas denominaciones, todas ellas con un mismo origen etimológico, entre las que figuran Villa de Vera, Villa de Bera, Villa Dibiera, Villadibera, Villadebiera, Villa viera, Villaibiera o la actual de Villahibiera.
El académico Aurelio Calvo, en su ya clásica obra sobre el monasterio y pueblos del concejo de Gradéfes, recoge numerosos testimonios documentales de ventas, donaciones y mandas testamentarias, alusivos a la reiterada presencia del pueblo desde principios del siglo X hasta bien entrado el siglo XIII. Mientras que desde el año 1439, perteneciente ya a la jurisdicción de la villa de Rueda del Almirante, Villahibiera era considerado uno de los cuarenta y dos lugares que se encontraban bajo la potestad del almirante de Castilla D. Fadrique Enríquez.
De este periodo de actividad, data la construcción de la capilla eremitoria o iglesia monasterial, entendida como el germen de la iglesia parroquial de Santo Tirso y considerada uno de los escasos vestigios del románico rural leonés datada por los historiadores en el siglo XII. Realizada en mampostería de piedra, reforzada en sus esquinas por sillares escuadrados, tejado a dos aguas y alero con canecillos, ocupa una superficie exterior de 48 m² y su referente más cercano lo encontramos en el ábside de la iglesia de Villarmún.
Al interior, presenta una nave rectangular con cubierta de bóveda de cañón corrido, a la que se accedía mediante un arco de medio punto peraltado del que actualmente se conservan sus arranques; un espacio que pasó a utilizarse como sacristía, a cuyos pies se alza una torre de sillar y mampostería a cuatro aguas, con tres niveles de altura; el tercero, posterior en ejecución, está realizado en ladrillo visto y presenta, como el resto de los niveles, pequeños vanos de medio punto distribuidos irregularmente (Fig. 1).
2. La nueva iglesia parroquial: proceso de fábrica y ornamentación interior.
La obra de la iglesia de Villahibiera da comienzo a finales del siglo XVI, momento de expansión en la diócesis leonesa en que empiezan a levantarse numerosas parroquias a orillas del río Esla, tal es el caso de la cercana iglesia de San Miguel arcángel en la localidad de Cubillas de Rueda (1562-1602). Si bien, nada se ha conservado del proceso de fábrica inicial, es muy probable que se tratara de un templo de tres naves y cabecera recta, emplazado a los pies de la propia capilla románica (Fig. 2).
En la centuria siguiente, el altar mayor de la iglesia contaba con un retablo bajo la advocación del patrón Santo Tirso, una obra que fue realizada entre los años 1683 y 1687 por el ensamblador trasmerano Francisco de Uriarte, dorado y policromado por el leonés Manuel de Valladolid, tarea por la que este último cobró la cantidad de 10.200 reales. Un trabajo que Uriarte compaginó con la hechura del retablo mayor del cercano santuario de la Virgen de la Velilla, en La Mata de Monteagudo (1684-1691) y en la que Valladolid hace compatible con su labor al frente del retablo colateral de Nuestra Señora del Rosario para la iglesia de Oteruelo de la Valdoncina (1686).
Es ahora cuando se llevan a cabo profundas transformaciones en la iglesia, tal y como se desprende de los descargos del año 1700, en los que figuran importantes cantidades abonadas a los carpinteros por diversas obras de carácter estructural, coincidiendo con la construcción aledaña de la panera para la recogida y almacenamiento de los granos.
Entre los años 1711 y 1714 se realiza la apertura de un tragasol en el altar mayor, ornado todo él junto al dorado de los arcos interiores del templo, a la par que se efectúan nuevas reformas, como la elevación de la sacristía en 1717 o el revoco exterior de la torre en 1724.
El 30 de junio de 1722, con motivo de la visita del obispo de León D. Martín de Zalayeta al templo, quien manda se haga inventario de los bienes de la iglesia, conocemos que la parroquia contaba entre otras alhajas con “tres chrismeras de plata, una cruz de plata con su santo christo de lo mismo con su manga de damasco encarnado, un pendón bueno de damasco encarnado y su cruz al remate, dos andas, un púlpito nuevo, un confesonario, tres misales, dos manuales, dos capas, una muceta para llevar el viático, un paño para el atril, cinco casullas, dos cálices buenos con sus patenas, más tres frontales, más otro frontal para el altar de Nuestra Señora cuando se anda su procesión…”. Todo un conjunto de ornamentos que se recogen de nuevo en el inventario efectuado por orden de la visita a la iglesia en el año 1749, del obispo D. José de Lupia y de Roger.
Como parte integrante de los mismos, figura una cruz procesional realizada en la segunda mitad del siglo XVI y atribuida a seguidores de Enrique de Arfe; una pieza trabajada en madera, plata, cobre y plata sobredorada, que es rehecha durante los años 1735 y 1736, labor por la que “se le revajan mil duzientos y doze reales al que importó la compostura de la cruz de plata con diferentes piezas que se le hecharon”.
El programa devocional se completaba con dos altares y sus correspondientes retablos colaterales, bajo la advocación de Nuestra Señora y Santa Eugenia (1740-1741), que fueron repintados entre los años 1762 y 1763. Dos imágenes con las que poder afianzar la fe de sus parroquianos, quienes verían reforzadas sus creencias a través de la fundación de las cofradías de Sancti Spiritus y Santa Eugenia.
3. Manuel Pesquera y la ampliación de la iglesia de Villahibiera
A mediados de la década de los setenta del siglo XVIII la iglesia se veía sumida en un estado de degradación tal, que el párroco Fernando Maraña se vio obligado a contratar las primeras intervenciones de urgencia, a manos de un maestro de obras hasta el momento desconocido, labor por la que se recogen pequeñas cantidades de descargos en el 3º de los libros de fábrica. Se trataba del autor del proyecto de ampliación de la iglesia, Manuel Pesquera, quien oriundo de la parroquia de Nueva, en el concejo de Llanes, un pequeño pueblo de la costa oriental asturiana, había emigrado a tierras leonesas para trabajar como maestro de cantería.
Las primeras noticias que tenemos de él datan del año 1776, en que realiza, con piedra de las canteras de las Arrimadas, el arco de entrada al cercano templo de Carbajal de Rueda, labor por la que cobra la cantidad de 1120 reales y medio, junto a otros 220 más al año siguiente por la elevación del pórtico de la citada iglesia; elementos que actualmente se encuentran muy modificados (Fig. 3).
El 1 de Junio de 1779, en la villa de Gradefes, el llanisco contrataba con el mayordomo José Maraña y el párroco Fernando Maraña la ampliación de la iglesia de Villahibiera, una obra en la que aparece como fiador Agustín Merino, vecino de la localidad de Santibañez de Rueda, junto a Manuel del Cano, natural del municipio20. El trabajo de mampostería y sillería a realizar por el maestro se centraría en “ejecutar dicha obra sacando la piedra para los esquinales o gradas del altar mayor que han de ser tres y la peana y pasales de la entrada de la yglesia, ventanas y pasales” tomando como referencia la longitud del templo, expresada “desde el principio del portal a la entrada de la torre” y la altura hasta llegar a “la soga que baja de la campana”. Una extensión total de 72 pies de largo y 18 de alto, que equivaldría aproximadamente a unos 20 metros de largo por 5 de alto.
Según se estipula en el contrato, el coste de los portes y materiales de la obra sería por cuenta de la iglesia, mientras que la mano de obra correría a cargo del propio Pesquera quien levantaría “el lienzo de la parte de el norte y las demás tapias” hasta completar el nuevo perímetro de la iglesia. El montante ascendería a un total de 3.300 reales, estipulándose el cumplimiento de las condiciones a vista de peritos y saldándose la deuda, previo adelanto de diversos maravedís para la manutención del maestro y sus oficiales, para el 29 de septiembre del mismo año.
Gracias al libro de fábrica de la cercana ermita de San Pedro de los Balmatados, cuya cofradía tenía su sede en la parroquia, conocemos el hecho de que, unos días antes de ajustarse la obra, se encontrasen al frente de la misma el cantero Sebastián Fernández y el maestro de carpintería Manuel Duque, momento a partir del cual dieron comienzo los primeros trabajos, empezándose a anotar descargos por importe de los acarreos y coste de piedra, carros de arena, cal y aserrado de madera procedente de las localidades limítrofes de Villapadierna, Palacios y Quintanilla de Rueda.
Con motivo de la visita del obispo de León D. Antonio Cuadrillero y Mota, sabemos que el 18 de octubre de 1779 se estaban llevando a cabo las obras, contando la iglesia con un caudal de 7.243 reales, del que distintas cantidades se encontraban “en poder de varios deudores, y son necesarias para la edificación de la iglesia de que se está tratando”. Es por ello que, a pesar de que los pagos se prolongaron durante al menos tres años más, la fecha de 1779 es considerada el año clave para su ejecución, tal y como se desprende de la cartela epigráfica dispuesta sobre la puerta lateral de entrada al templo; portada de arco de medio punto flanqueado por medias pilastras cajeadas y cobijado bajo estilizada cornisa, en la que reza lo siguiente: “Hizose esta obra año de 1779 siendo cura don Ernando Maraña”.
Un trabajo que daba comienzo bajo la supervisión de Manuel Pesquera como maestro de cantería y que continuaron Fermín de Robles y Joaquín de la Mata, a quienes se les abonan entre los años 1780 y 1783 cantidades por valor de 1.639 reales, momento en que una vez construida la estructura y cubierta de la iglesia, se produciría la elevación del pórtico exterior. El 20 de noviembre de 1782, se produce un hecho esclarecedor para la historia constructiva del templo, por el que el notario Diego de Otero y Lozano deja constancia de que las obras se encontraban prácticamente acabadas, ya que en la liquidación efectuada ese mismo año indica “que todo el alcance que queda en limpio es pues de pagada la obra de la iglesia nueva”.
A finales del año 1786 volvería estar abierta al culto, una vez que se descargaban “ciento y quarenta reales que costó el dar de llana y banquear la iglesia”. El resultado es el de un templo de planta basilical con tres naves, separadas por ocho pilares monolíticos sobre capiteles lisos, cuya triple cabecera presentaba una moldura que ornaba el arco principal y las capillas laterales, correspondiéndose la de la derecha con el acceso a la antigua capilla eremitoria, que hacía las funciones de sacristía y cuya puerta costó 55 reales en el año 1790 (Fig.5).
4. De la paulatina degradación a la recuperación de un espacio religioso
Entre los años 1839 y 1849, siendo párroco Juan Díez, se produjeron nuevas reformas en el pórtico, junto a la hechura de la puerta de acceso al mismo, la erección del coro a los pies del templo y la construcción de un confesionario para el culto. Todas estas labores venían justificadas por la constante demográfica de una población de 38 casas y un total de 160 vecinos, cuya iglesia era conducida “por un cura de ingreso y presentación del concejo y vecinos del pueblo”.
Desde 1884 hasta 1892, tras la caída del arco y muro sureste, se llevaron a cabo labores de “enladrillar la iglesia”, y “reparación esterior de la torre” aprovechando para abrirse dos ventanas de iluminación en la parte sur y una más a los pies, ambas cerradas con rejas. A los continuos retejos y pequeñas reparaciones, les suceden en el tiempo diversas adquisiciones, como la compra de un púlpito por 528 pesetas, constituyendo algunas de las tareas de mejora realizadas por iniciativa del párroco Felipe del Ferrero durante las primeras décadas del pasado siglo XX.
El estado de degradación de la iglesia dió comienzo a finales de la década de los cincuenta, realizándose el último retejo en el año 1.961, momento en que, con motivo de la construcción de un segundo templo parroquial, acabará cayendo en desuso y en un estado de abandono tal, que llegará a sufrir el desplome de la cubierta. Este nuevo edificio se levantará por iniciativa del obispo de León D. Luis Almarcha Hernández, siendo inaugurado por el prelado en el año 1965 (Fig. 6).
Finalmente, será en el año 1994 cuando el párroco actual D. Calixto Sánchez Tejerina y varios vecinos de la localidad inicien las obras de restauración de la iglesia, un trabajo fruto del esfuerzo colectivo y de la aportación económica de diferentes instituciones, que durará cuatro años y que se verá consumado el 22 de agosto de 1998, fecha en que fue inaugurada bajo la bendición del obispo de León, D. Antonio Villaplana Molina, destinándose desde entonces a espacio multiusos.
5. Apéndice documental
1779, junio, 1. Gradefes.
Escriptura de seguridad para la obra de la Iglesia de Villayviera.AHPLe.
Protocolos Notariales de Diego Otero y Lozano. Sig. 1308, Caja 806, fols. 143r-143v.
“Sepase que nosotros Manuel Pesquera vecino de el lugar de Nueba concejo de Llanes principado de Asturias como principal y Agustín Merino vecino de Santibañez como su fiador y principal pagador, juntos por deman común a boz de uno y cada uno de nosotros por hecho y por el todo insolidum renunciando como expresamente renunciamos y Manuel de el Cano vecino de Villaybiera como tal fiador también las leyes de duobus rex de vendi y la authentica presente hoc hita de fide in soribus escursion y division de vienes, depósito de las espensas y demás de la mancomunidad como en ellas y en cada una se contiene decimos que por quanto dicho Manuel Pesquera tiene tratado y ajustado con don Fernando Maraña rector parrocho de dicho lugar de Villayviera y Josef Maraña regidor de el y mayordomo actual de la iglesia parrochial, la fábrica de una obra de mampostería y sillería en la expresada iglesia con las condiciones y grabámenes siguientes: que dicho Pesquera ha de ejecutar dicha obra sacando la piedra para los esquinales o gradas del altar mayor que han de ser tres y la peana y pasales de la entrada de la yglesia, ventanas y pasales desde el principio del portal a la entrada de la torre hasta llegar a la soga que baja de la campana de su quenta y riesgo: siendo los portes / condición y costo de materiales todo de quenta de dicha yglesia pues dicho Pesquera solo sus manos y jornaleros de el arte; y también ejecutar dicha obra de mampostería que asciende a setenta y dos pies de largo y diez y ocho de alto, el lienzo de la parte de el norte y las demás tapias a correspondiencia incluso la expresada obra de sillería y con dichas condiziones nos obligamos a que se ejecutará dicha obra a vista de peritos y maestros de el arte en la cantidad de tres mill y trecientos reales que se han de satisfacer para el día veinte y nueve de septiembre de este presente año, acudiendo con algunos maravedíes antes en quenta de dicha cantidad para la manutención del dicho Pesquera y sus oficiales pena de pagar que pagaremos todas las costas y daños que de lo contrario se recrecieren para cuyo cumplimiento obligamos nuestras personas y vienes muebles y rayzes presentes y futuros con el poderío a las xusticias de su magestad de nuestro fuero y xurisdizión competentes, renunciamos las leyes y fueros en fabor con la xurisdición del derecho en forma para que a ello se nos apremie como por sentencia difinitiva pasada en autoridad de cosa juzgada y por nosotros consentida lo otorgamos por firme ante el presente escribano en Gradefes, junio primero de mill setecientos setenta y nuebe años siendo testigos Alonso García Morán vecino de Baldealcon, Pedro Fernández vecino de Villayviera y Santiago Perez residente en este lugar y de los otorgantes a quienes yo el escrivano doy fee conozco, firmaron los que supieron e por los que dijeron no saver uno de los testigos a su ruego y firmé.
Manuel de Pesquera.
Agustín Merino.
Mayordomo Alonso García Morán.
Ante mí, Diego de Otero y Lozano”.
Fuente: Jorge Martínez Montero.Escuela Superior de Conservación y Restauración de BB.CC. de León